2019 en modo Chihuán

ECONOMIA: ¿QUÉ ESPERAR EL 2019?

La historia registra cómo famosos economistas fallaron estrepitosamente en sus pronósticos. Un aforismo conocido en la profesión dice que se puede decir con seguridad que habrá una crisis económica en el futuro pero nunca se puede predecir el momento en el que sobrevendrá. Aun con todos esos riesgos, nos animamos a poner algunas palabras sobre lo que podemos esperar para la economía este año 2019.

Tres elementos centrales se deben considerar si se quiere otear el futuro económico próximo: la historia reciente, que indica el ritmo y rumbo con el que entramos al nuevo año; el contexto económico internacional, que tiene fundamental importancia en países dependientes como el nuestro; la política económica que tiene el potencial de empujar la economía o de frenarla si las cosas se hacen mal.

El año pasado tuvimos un crecimiento bajo y un empeoramiento de las condiciones de empleo e ingresos de los peruanos. Todavía no están las cifras definitivas del PBI pero el 4,2 por ciento anunciado por el MEF y el BCR no se alcanzó. Lo importante, sin embargo, es como está la economía de la gente. El problema es que el empleo no mejoró (20 mil puestos de trabajo se perdieron a nivel nacional según los más recientes datos del INEI, la pérdida es mayor en Lima) y los ingresos reales promedio de los trabajadores peruanos cayeron. Según los estimados oficiales hubo crecimiento económico, pero el conocimiento callejero sabe que donde no hubo crecimiento fue en los bolsillos populares. En el mercado laboral, con la presión adicional de medio millón de venezolanos y sin que haya habido creación de nuevos puestos de trabajo, la tendencia fue a la caída de los salarios reales y de los ingresos independientes.

Tampoco ha sido un año en el que los servicios que brinda el estado en educación, en salud y en carreteras hayan tenido mayores presupuestos que les hayan permitido ampliarse y mejorar.  El gasto público ha estado restringido por la política del MEF (con el apoyo de Keiko Fujimori) de mantener las exoneraciones y privilegios tributarios de las grandes empresas y riquezas.  Llegamos al 2019, así, tras un año donde las economías populares no han venido mejorando sino que más bien han empeorado.

EL CONTEXTO INTERNACIONAL

¿Cambiará el contexto internacional este año en favor del Perú? La economía mundial estuvo marcada en el 2018 por dos hechos centrales: la política de Trump de rebajarle impuestos a sus grandes empresas incurriendo en un enorme déficit fiscal y el conflicto comercial que Estados Unidos desató en múltiples frentes para finalmente concentrarlo contra China. Estos dos cambios grandes han generado gran inestabilidad en la economía mundial y las bolsas de valores.

La política fiscal de Trump ha funcionado como un impulso temporal a su economía que ya estaba casi en pleno empleo, lo que ha llevado a que la Reserva Federal (el banco central norteamericano) suba las tasas de interés. Esta alza de tasas ha atraído los capitales de todo el mundo hasta los EEUU, viniendo menos a los países “emergentes” como el Perú. El efecto concreto de ese cambio es un freno al crédito interno, algo que nuestro propio banco central podría contrarrestar bajando las tasas de interés pero que lamentablemente no ha hecho ni parece que vaya a hacer este BCR dirigido por Velarde, Chlimper y Rafael Rey.

Al mismo tiempo el alza de tasas de interés internacionales y la guerra comercial han hecho que los precios internacionales de los metales y materias primas hayan bajado desde julio del 2018. No están en un nivel crítico y con el cobre a 2,70 la libra aún generan buenas ganancias a las empresas mineras favorecidas por exoneraciones y devoluciones tributarias injustificadas, pero la caída de precios nos recuerda que simplemente confiar en vientos favorables del exterior no alcanza si queremos más empleos y buenos servicios públicos.

¿Cambiará esta situación el 2019? En estas semanas se está produciendo una complicada negociación comercial entre Estados Unidos y China cuyos resultados son tan impredecibles como Donald Trump, quien ya perdió mayoría en el congreso norteamericano y empieza su campaña reeleccionista del 2020. Por otro lado las alzas de tasas de interés en Estados Unidos continuarán, estando el mundo financiero pendiente de si serán dos o tres alzas, es decir si subirán 0,5% o 0,75% en el año. En cualquier caso parece improbable que la situación gire hacia una nueva recuperación del cobre y las materias primas que son claves para nuestra economía.

LA POLITICA ECONOMICA

La política económica podría hacer mucho para promover una mejora sostenida del empleo y los ingresos de los trabajadores. Pero eso requiere un giro que no lo ha hecho ni parece que lo hará.

Se ha discutido las últimas semanas la “política nacional de competitividad y productividad” impulsada por el MEF, con la derecha de la Confiep y El Comercio presionando por quitarle vacaciones y derechos laborales a los trabajadores. Si algo así llegara a suceder, eso solo aumentaría las ganancias empresariales y reduciría ingresos y bienestar de los trabajadores, sin reactivar la economía. Quien cree que con un “cholo aún más barato” se promueve la inversión privada está muy equivocado. El desarrollo económico de los países nunca se ha sustentado en una reducción de salarios y derechos; al revés, la regla general es que con más desarrollo económico se lograr avances para los trabajadores, y no al revés.

Siendo posible un escenario de recorte de derechos laborales, tengo más bien la impresión que Vizcarra es suficientemente inteligente políticamente como para no ir por este camino que generaría una fuerte respuesta popular, como ya sucedió con los dos intentos de sacar una “ley pulpín”.  Además se requeriría de leyes, que deben pasar por este fujicongreso, para recortar vacaciones u otros derechos. Una lectura detallada de la “política nacional de competitividad” promulgada no encuentra que tales medidas estén previstas. La verdad es que los grandes conglomerados tampoco lo necesitan: ya llevamos varios meses con los empresarios peruanos reemplazando trabajadores peruanos por venezolanos aún más sobreexplotados, en lo que constituye una efectiva movida antilaboral sin la necesidad de ningún cambio legal.

Más que hacia una agresiva profundización neoliberal, la política económica se viene inclinando por un continuismo zonzo. La creciente falta de empleo debiera llevar a que se aplique una fuerte política de impulso al crecimiento de la industria y la economía interna; en vez de eso, se mantienen altas las tasas de interés, se da poco crédito al agro y las pymes, la inversión pública sigue aguantada, la industria continúa sin apoyo y sometida a competencia desleal y la innovación tecnológica ninguneada. La falta de presupuesto para la educación, la salud pública y la infraestructura debiera ser enfrentada recortando exoneraciones y demás privilegios en impuestos que tienen las grandes riquezas, pero se mantienen estas condiciones que hacen que el estado peruano tenga una de las recaudaciones tributarias más bajas de Latinoamérica y lejísimos de los estándares de la OCDE. El gobierno sigue con la política económica de la Confiep, el mismo exclusivo club lobista de grandes empresarios que juntó 2 millones de dólares para apoyar a Keiko el 2011 con aporte de Odebrecht incluido. La política de los monopolios y grandes conglomerados que explotan nuestros recursos naturales y a nosotros como consumidores sin ninguna mirada social, ambiental o de nación.

RESULTADOS ECONÓMICOS Y SUS EFECTOS POLÍTICOS

Resumiendo, para el 2019 podemos esperar un contexto económico internacional poco favorable, presupuesto e inversión pública ajustados por el MEF y elevación de tasas de interés del BCR.

En estas condiciones, lo más probable es que en cuanto a resultados sea un año similar al 2018: cifras de crecimiento del PBI bajas y empleo formal reducido, lo que sumado a una masiva inmigración, indica que los bolsillos populares seguirán misios.

La gran incógnita es cuáles serán los efectos políticos de esa situación. Durante el 2018, el enfrentamiento a la corrupción que ha venido encabezando el presidente Vizcarra, con todas sus vacilaciones y debilidades, le ha permitido ganar un alto nivel de popularidad. Los problemas de empleo e ingresos y el continuo déficit en salud, educación e infraestructura pública han permanecido como factores de descontento, pero que han estado cubiertos por esa gran esperanza de librarnos de una buena vez de toda esa lacra de corruptos que sigue resistiéndose a la justicia. ¿Seguirá siendo así?  ¿Veremos el 2019 una interrelación más dinámica entre la lucha contra la corrupción, los problemas y políticas económicas y sociales, y el posicionamiento y popularidad del gobierno y los distintos actores políticos? Esa es a mi juicio la gran interrogante que definirá como llegamos al bicentenario el 2021.

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